viernes, 30 de septiembre de 2011

Y las minas suelen pensar que el hombre les habla porque quiere cogérselas, entonces se arrancan, o dicen huevadas explicativas como "he tenido experiencias como tal tal y tal", o la insanidad que sea, porque no sé por qué razón se les pudo ocurrir que cada verga en tre las piernas del varón que se les acerca, tiene la imperiosa necesidad de entrar en su boca, en su vagina, en su horto o simplemente transitar por sus escamosas manos. Y arruinan oportunidades creativas, políticas o una simple discusión semántica, acompañada de café de granos centroamericanos endulzados con cardamomo. ¿Qué tan malo tiene el hombre que las tiene tan traumadas? ¿Qué tan bueno tienen ellas que se consideran tan culiables?


Como mosca en la sopa, como mujer que se embriaga y vomita en la primera cita, como mujer con pelos en el pecho, como no sé qué chucha. De verdad que estoy harto de la misma serie de explicaciones baratas respecto de los traumas anteriores a mí y de los cuales yo no soy responsable y no necesito saber. Porque cuando yo saludo a alguien no le explico las cagaderas que he visto en mi vida, ni les doy rollos cualiados que no les importan ni me interesa molestar a nadie. Y si a alguien, por la chucha, le molesta, váyase a la concha de su madre, porque me carga la cartuchería, la enfermedad culiada, la falta de independencia mental, los huevones que no se limpian la verga al mear ni se lavan las manos en el baño, ni las huevonas que se creen ricas. No es lindo ver un pueblo enfermo. Me aterra esa huevada, monstruos culiados.

Fin de la escatolalia.

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