jueves, 10 de julio de 2014

La madre de mi hermano se tiró a mi mejor amigo (mayor que ella, no hubo mucho rollo) salvo por sus crisis cuáticas que desquitaba por naturaleza fémina (lamentable naturaleza deformada) sobre mí.

La hija de la madre de mi hermano se tiró no sé a cuántos de mis amigos o no amigos o a quien calzara con el patrón de alcohol o droga del momento (galanes hay tantos en esos momentos)  y en donde fuera ocurría. En carretes divertidos, con gente que en aquel momento era divertida. Mientras que ella nunca me llevó a algún sitio divertido, ni tuvo amigas que compartir como su buen hermano compartía con ella.

La única vez que estuve cerca de tirarme a alguien cercana a ella fue cuando inventaron que yo quería tirarme a la hermana de su pareja. Me llamaron para insultarme, amenazarme con la policía si es que me metía con la muchacha. Yo ignoraba la razón de la escupidera de insultos, y mi explicación fue considerada como orgullosa, grosera, digna del tal por cual a su parecer he sido desde mi nacimiento. Insistieron en que yo era un posible violador, en que yo quería (sin que yo supiera, quisiera o estuviera al tanto de sus infamias) tirarme a la joven, y me apartaron de la familia, y ella cometió la osadía de permitir que su pareja me insultara (sin recibir al menos una disculpa jamás), y en vez de solucionar el conflicto una vez lo tuvo claro, no tuvo el pellejo de decirle a su pareja "esto se acabó, fue un error nuestro,
él jamás tuvo intención alguna con tu hermana", lo que hizo fue corroborarle que su error merecía ser realidad y así le afirmó la estupidez digna del estúpido macho, y ella se hizo desde entonces hembra en una relación desinteresada en la sabiduría. Inmediatamente después de un diálogo en casa dijo que hablaría con el hombre y dejaría las cosas claras, pero no lo hizo, y al día siguiente argumentó en contra de mí de la manera más extraña que jamás alguien ha tenido conmigo.
Hasta hoy ella no comprende mi lógica, porque ella es ilógica.

Les concedí placer y jamás fui agradecido ni mucho menos recompensado. Convivimos tanto como pudimos y me alejé de ellas porque a menos de 10 kilómetros son pura violencia, hormonas sueltas que necesitan agredir, por eso me gusta estar lejos de ellas, porque es maravilloso estar sin ellas, y no es que ellas sean malas, es que simplemente ellas son ellas y no es posible compatibilizar con quien goza de agredir.

A diferencia de ellas, entendí y asumí siendo un niño el hecho de que nuestra cercanía me retardaba. Vivir en un lugar en paz es delicioso.

Ellas estuvieron en mi hogar, fueron felices aquí, incluso pasaron noches con sus parejas en este espacio. Su poder, su osadía, su infamia me ha impactado desde pequeño. No son malas, son libres en una prisión que desconocen, que aún no visualizan, y eso es bueno, porque allí son libres. Lejos de mí son libres y también yo lo soy.

No sé si sea una cuestión de ser mínimamente exigente, pero ellas nunca me presentaron a ninguna de sus amigas, nunca algún aporte familiar, algún gesto familiar mínimo que aportara al balance de la casa.

Tú me ignoras. No puedes comprender lo que ignoras, por eso te has pasado la vida insultándome y comportándote de esa violenta manera. Tú no comprendes porque no comprendes, eso es todo.

Es algo que yo siempre he aceptado, pero aún lejos, me has metido en tus calzones.
Cuando soluciones al fín esa tontería que me ha dejado separado de la familia y la grosería que has permitido que hacia mi salga de la boca de personas que nada tienen que ver conmigo, ocurrirá el milagro de la comprensión. Tú te has bloqueado porque lo has decidido. Yo te vi pulenta, eras terrible de pulenta cabra.

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