La negación disipa.
El sujeto y su sombra convierten en penumbra su imagen bajo el farol. Algunas gotas resbalan, otras son absorbidas por la prenda.
Lo único cierto es la negación.
Las relaciones debieran ser para tomarse un café, para conversar bacán y para tener buen sexo.
Solo pertenecer a alguien al momento en que le perteneces. Cuando es mutuo: en ese café, en esa charla, es ese sexo: soy tuyo, eres mía.
No existen los vacíos cuando existe el nerviosismo.
De cualquier manera se puede ser habitante.
Sucede que te pegas a la imagen de la carencia, es una mera proyección mental, cuando crees tener a alguien te sugestionas con la persona, te la imaginas perfecta, desnuda, amándote, pasándote las miserias de su mano arrugada.
La negación disipa lo fuera de foco y solo ves lo que se está largando (la que dijo "no quiero más"), cuáticamente se quiere arrancar, tan atrofiada mentalmente como el que dijo "yo quiero seguir".
Ajenamente, proponiéndose una solución, siguen estúpidamente correspondiéndose: las no miradas, las no llamadas, las acciones patéticas.
Jamás se quiere estar solo.
La gente es tan poco práctica.
Quiero un cafecito
bien acompañadito.
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