La obra de hoy me devolvió la necesidad romántica.
En una parte de “Altazor”, una obra de teatro callejero inspirada en Altazor de Vicente Huidobro, hubo un baile de una pareja (sentí el romanticismo de la escena), que me recordó a los bailes forcejeados con Rebeca, que continuaban con un coito violento, romantiquísimo, precioso, bailado, gritado, al amor y a la fuerza. Para ambos era deliciosa esa pelea hasta el sexo. Deliciosa. Peleaba conmigo de tal manera y cuando entraba en ella y me quedaba dentro se quedaba quieta. Maravillosamente quieta.
La secuencia completa me recorrió la cabeza, hasta la sensación de penetrarla, de coger el labio de su boca entre mis dientes y sostenerlo respirándonos el aliento para luego extender la lengua y besarnos lento y empezar la puja, el choque reiterado de mi pelvis con la suya.
La pareja bailó románticamente y luego, la mujer escaló la estructura de fierros y él montó una tela hasta tres metros del piso y quedó invertido con las piernas totalmente abiertas. Ella resbaló por la tela, resbaló por él y más cerca del piso lo abrazó. Sus movimientos (la delicadeza del contexto, de la imagen, de mi estado), me lloraron.
Entonces ansié lo romántico.
Y ese es mi estado: ansío lo romántico.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario