Todo el tiempo que estuve con Sara, tuvimos una contradicción vital: su virginidad.
Recién al cuarto mes me permitió quitarle el pantalón, fue en la cocina y le besé el sexo, lo deseaba tanto y luego fuimos a la cama. Me dijo "yo quiero hacerlo, pero tengo miedo", fue nuestra primera vez.
Desnudos.
Le dolía y fue imposible continuar.
Luego sus padres no quisieron que siguiéramos, porque no soportaban a Sara feliz, ni a mí feliz con ella. Que durmiera en su cama a veces y ella en la mía.
Su padre dijo que un joven que vive solo no puede ser bueno, pero ¿acaso no se aspira a ser independiente? Su padre nos dio náuseas a ambos, Sara me lo dijo y yo a ella.
Fuimos de a poco viéndonos menos, me metí con chicas, ella con chicos.
Jamás perdimos la virginidad juntos durante ese año.
Un día, en el sillón pequeño de su casa le di su primer orgasmo, con mis manos.
En el sofá grande, un día, no sé que ocurrió. Ambos pensamos que lo habíamos logrado y nos dijimos "no sufriremos más por esto". Ni ella ni yo sabemos qué ocurrió en realidad, nuestro estado era maravilloso y no podría explicar qué sucedió, dónde entré o si no, luego de bajarle el buzo y quedarme abrazando su espalda esa hora.
Sé que fue algo extraño porque la siguiente vez que lo quisimos, en su cama, no pudimos.
El día que Myriam le dijo que estaba enferma, que necesitaba un tratamiento para tener una sexualidad normal, yo no alcancé a ir a buscarla. Cuando la llamé iba de vuelta a su casa, se sentía pésimo y lloró demasiado.
Un par de veces la detuve por teléfono de sus ganas de matarse y llamé al médico cuando intentó frustradamente hacerse un daño grave con tres cajas de pastillas relajantes. Sólo le trajo problemas en la prueba del lunes siguiente al fin de semana en que hizo esto, estaba mareada, tres días mareada.
Estuvimos juntos un año y ella seguía siendo virgen. Sólo por jamás querer estar mal con ella no hablé con su madre. Era y ha sido necesario hacerlo, decirle que su hija necesita tratamiento. Escribí una carta para su madre, y hace tiempo, cuando me sentía realmente pésimo, se la envié a Sara, la carta que debía enviarle a su madre. La escribí la noche después de llamarle y que me cortara el teléfono cuando quería decirle que en el concierto cantaría para ella; canté con ánimo terrible y el público supo que para mí ese canto ya no tenía sentido, que ojalá ellos lo encontraran. Al día siguiente al verla besándose con otro rompí el rosal, la rosa magnífica que tenía para ella en una maceta, una rosa perfecta, bella, que tengo seca en una copa y que no se la he dado. La última vez que la vi quise dársela, pero no lo hice.
Con sus novios posteriores. Yo nunca fui su novio o pololo o algo así, yo con ella tenía algo cósmico, indefinible con palabras y así se lo decía (yo no quiero cuestiones terrenales, humanoides: yo quiero lo cósmico). Se lo dije junto a una iglesia de piedra, de manera romántica y con la sátira de ambos, era exquisito, y aún así ella sentía inseguridad. Ella necesitaba el concepto aunque nunca lo dijo. En su cumpleaños escribió algo en lo que me nombraba como "novio" y a su cumpleaños como "perfecto", pues yo le celebré tal cumpleaños y le comí el sexo hasta fundírselo.
Con sus novios posteriores se desnudó pronto, casi inmediatamente. Decidió que su novio la penetrara por atrás, cosa que nunca quiso conmigo porque le daba miedo.
Me dijo que estaba desesperada y que necesitaba remediar de alguna manera esto. Darle su agujero a un imbécil con el que se acabaría pronto.
Sara dijo que yo no la quería, que ella no vio nunca que me importara de algún modo.
Lamentablemente, a mi lado es propensa a la magia y eso la hace maravillosa y de gestos diminutos; eso me hace quererla.
Comprendo demasiado los "estados humanos", y soy incapaz de enojarme, concedo. Me encantaría poder tener orgullo y fastidiarme y olvidarme, y que entonces la mierda desapareciera de mi cabeza, pero no puedo. Con nadie puedo, tengo casi memoria eidética y mi memoria emotiva es exagerada, además: recordar la sensación exacta del momento exacto, que me recorra el cuerpo en un momento cualquiera el recordar una cosa cualquiera, es aterrador.
Entonces los ojos se ponen llorosos. El día me colma.
Sara está tristísima y falta de magia. Yo soy lo que necesita y por muy como las huevas que suene el que yo mismo lo diga, es cierto. Ella no me quiere porque no comprende. Porque prefirió quedarse tras una computadora y desconocerme, crearme de su provocación en la distancia y convertirme en algo que no soy. No se atrevió a verme por segunda vez, pues tal como le dije, "la primera vez siempre tendremos que discutir el pasado, la segunda vez será el romance". Ella teme a la segunda vez. Si me viera nuevamente se quedaría conmigo. A mi lado se desconoce el resto, lo demás no existe, se suprime, es agresivo, feo, aterrador.
Cuando se está lejos de mí, provoco miedo, lo desconocido soy yo. Ante todo la huevada rara soy yo.
Inmadurez.
Falta total de lógica: inmadurez.
"La especie no madura, evoluciona".
La única chica realmente madura que conocí tenía 14 años cuando yo 12, y me masturbaba en mi cama y yo a ella. No debió acabarse y a mí debió importarme. Nos vimos dos semanas y jamás peleamos. A mis 14 años la vi embarazada y me sentí triste.
No sé qué diablos me encontraba, ella era deliciosa.
Estuve solo hasta los 15. Nunca he vuelto a estar con una pelirroja natural.
Pero no es esto.
Es la acumulación de huevadas, sentimientos
Y el puto síntoma del miedo que invade tanto a quienes se me acercan.
Soy incapaz de seguir.
Me encantaría odiar
y así no me pondría triste.
Tendría otra manera
de salir del estado demente de quienes se me acercan.
No puedo más, me lanzaré en la cama.
Estoy tristísimo.
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