Cuando mi mundo azul casi se hizo verde, lo pinté y colgué en mi pared. Se cayó hasta convencerme de que no quería existir. Lo enrollé y guardé. Mi mundo es azul y nunca dejó de serlo.
Tiene que ver con la realidad de los colores. Con que cuando alguien no es realmente verde imposiblemente podrá repletarte de tal tinte.
Ella quiere ser hoy tan azul como yo, y yo quiero ser tan verde como ella -cuando hoy veo que sí es realmente verde, y que no es la mujer verde que se decía de tal verde, sino una realmente verde-, cuando realmente hay que comprender los colores para vivirlos, que es lo mismo que vivirlos para comprenderlos. Entonces soy blanco para todo, y mi espalda es de carbón, propensa a la goma de borrar.
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