Cuando volvía de rodaje ayer, crucé la plaza de armas por enésima vez, pero esta ocasión me fijé en las personas en la zona de "permisos de circulación". Había una mujer muy gorda -las tetas se le salían del escote de manera grotesca-, sentada en una sillita y apoyada en una mesa (una mesa evidentemente resistente, por nueva) solicitando su permiso de circulación.

En el primer momento pensé que sería bueno no darle el permiso de circulación a esa mujer.

Pensé en el hecho de cuántas personas engordan de tal manera pegadas al volante, el mal que se hacen a sí mismas y que quizás es mejor no darles permiso de circulación para que así hagan el mínimo ejercicio necesario para adquirir la mínima capacidad física de poder pararse del suelo luego de una caída por tropiezo.

Al volante, engordando, es posible que creen mal humor, se depriman y cada vez suban más de peso, convirtiéndose en infelices. Cada día más terribles esas personas.

Pensé luego que es mejor, quizás, el que se mantengan en sus vehículos, pues así no están fuera lanzando el mal humor que sus carros.

Rapunzel me comentó que las personas gordas a veces ocupan toda la vereda, así que es mejor que estén dentro de sus autos.

Cuando chico mi padre siempre me pedía que le diera el asiento a las personas mayores. Un día me pidió que le diera el asiento a una mujer gorda. Le dije "pero ella es joven" y me dijo, "hazlo no más". Una vez de pie, me dijo al oído "es mejor que esté sentada, porque parada usa todo el pasillo". Me reí y le di la razón. En el pasillo no dejaba pasar a nadie, hacía taco, retrasaba al bus y ponía de mal humor a los demás pasajeros.

Entonces que sí, que le den permiso de circulación a quien lo desee. El paisaje cada día se hermosea más con personas caminando y en bicicleta, y la gente que no desee ser parte del hermoso mundo, que se esconda en su vehículo.

Todo es tan sexy -o lo será- en bicicleta, hay que darle tiempo a quienes usan bicicleta para que tonifiques y ya está.