Puede que fuera una hora
la que duró el proceso de mis dos manos y dedos
trabajando encarecidamente
sobre y entre mis piernas
con delicados movimientos que
provocaron la precisión y perfección necesaria
en tal y tan deliciosa y útil labor para el hombre, para mí hombre.
¡Oh, Zeus¡
¡Dioniso vinífero!
Hadas y seres del placer ¡oigan la sacra experiencia!
He zurcido mis calcetas de lana
y de paso mi nombre atiborrado de amores.
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