Con tus ojos callados
petrificas los andamios en las baldosas,
la muerte está en mis manos
me toma fotos con flash
daña mi vista hasta la ceguera temporal:
ya somos dos los que vagamos por la calle ancha.
Las arrugas aún no invaden la epidermis
de nuestro olfato pálido
pegado al poder de mi clorinda de siempre
en la cerámica fanaloza de los baños.
Espero adecuar los pasos en la escalinata
recubrirme de espuma y agarrarte de los muslos
para que mantengas tu silueta intacta
como de grano de lluvia enfocado en su caída a un instante de mi dedo extendido
que pretende trazar la curva de tu astucia en un abrazo blando.
La muerte siempre sería perfecta tomados de la mano
-la foto del detalle de nuestras manos-
mirando al muerto o muriéndonos pero tomados de la mano, apretandola a veces.
Diciéndonos te amo en código morse.