domingo, 22 de febrero de 2009

CARTA 1

Shemyr,

Me impactó fuerte tu comentario de ayer de "!Sé creativo!",
que te agradezco mucho. Tienes toda la razón y lo estoy siguiendo,
tratando de seguirlo, más bien. He pensado bastante, sentido bastante
y escrito bastante. Han surgido algunos textos que me satisfacen,
porque me ponen frente a la realidad de mi situación y me obligan a
ser sincero conmigo mismo y con los demás y a no ser "cobarde", en tu
significado de este adjetivo, que comparto.
Te copio parte de un texto que he escrito sobre tú y yo.

Hay otros párrafos intercalados entre estos tres adjuntos que son muy
reveladores y necesitan explicación previa y que quisiera leerte
directamente cuando nos veamos de nuevo.

Te quiero

(...)


CARTA 2

Mi querido Shemyr,

Espero que te ha ido bien en Concepción.

Pasó la crisis y creo que tengo ahora las ideas claras y los
sentimientos tranquilos.

Lo que pasó la última noche que estuve en tu cabaña es que me di
cuenta de que además de gustarme mucho, como siempre antes, tu
presencia y tu armonía, tus palabras y tus ideas, tu manera de ser, tu
originalidad, tu valentía y sinceridad, tus generosos sentimientos y
muestras de amistad, esa noche tenía necesidad de tenerte en mis
brazos y dormir sintiéndote muy junto a mi. Algo había cambiado y
ahora estaba esa necesidad muy fuerte que no había imaginado así.

Creo que tuvo razón Jack en su percepción, la satisfacción de haber
pasado esas horas cercanas a ti en el ambiente de tu cabaña era muy
grande y seguramente evidente. Me había enamorado de ti, no sólo
intelectualmente y sentimentalmente sino que también ahora
físicamente, lo que no había previsto que podía pasar.

Es evidente que es una necesidad que no podré satisfacer y que no te
conviene en nada, siendo que eres quién eres y que soy quién soy y que
es algo que tengo, como tú has dicho, que "purificar".

Te agradezco que lo hayas tomado tan bien, tan generosamente y creo
que en efecto esta relación nuestra ha sido muy romántica y puede ser
vivida como algo muy puro sin olvidar la posición verdadera en que
estoy y sin imaginarme nada que no es lo real. Lo haré, y espero no
haya terminado. Tu lo has vivido y lo vivirás de la única manera que
puedes hacerlo: bien.

Lo que me preocupó es que por unas horas, unos días, tuve tendencia a
olvidar mi situación, mi edad, etc. y que no podía aceptar que
sucediera esto porque no debía mantener el más mínimo peligro de
hacerte algún daño o de ponerte en alguna situación desagradable y aun
insoportable, ni quería perder de ninguna manera tu amistad, que me es
preciosa.

Me pasó algo análogo hace unos cuarenta años con Anne, primero una
fascinación intelectual y emocional, que más tarde se manifestó en
fuerte atracción física y luego se transformó en una verdadera pasión
que pudo ser vivida plenamente y correspondida por varios años, por
razones obvias de correspondencia. Parecería ser mi manera de
"enamorarme", aunque sólo me he enamorado tres veces.

Me hizo mucho bien seguir tu consejo del miércoles pasado de "ser
creativo" y de escribir el texto que escribí, que te adjunto en su
versión actual. Trataré de escribir también, como lo sugeriste el
viernes pasado, mi visión de esta historia que ha dado una nueva
calidad a mi gusto de vivir.

Espero que podamos seguir viéndonos si lo quieres y cuando te convenga
y que pasemos buenos momentos juntos, de la mejor manera posible para
los dos. En todo caso quiero muy sinceramente y muy fuertemente lo
mejor para ti.

Te abrazo.



A TU LADO KALA

Me gusta dormir a tu lado,
estar contigo y sentirte cerca,
cuando la noche parece eterna
y la mañana no existe.
Mirarte, oírte,
sentir tu aroma
desde mi lejana cercanía.
Horas enteras
sin moverme,
casi sin respirar,
mientras se instancia la letanía
de dos verbos sin adverbio,
sin sexo y sin edad,
que se interpelan sin hablar,
que se responden sin cesar:
¿Estás?
¡Estoy!

Con tu espalda contra mí,
quisiera posar mi cuello sobre tu hombro,
y mi mejilla contra la tuya,
acariciar tu cabeza,
y tocar tu vientre plano.
Tomar tu mano en la mía
llevarla a mis labios y besarla.
Sin querer imponerte nada.
nada de lo viejo mío,
en nada de lo joven tuyo.
Nada que no conviene
nada que no te conviene
salvo mi cariño y mi ternura.

Quienes añoras llegarán,
te las dará la vida.
¡Qué las goces, Kala, qué las goces!
Las desearás y las querrás,
porque ellas serán para ti,
te desearán y te querrán,
porque tú serás para ellas,
Y no estarán ya más ausentes.
Una, Ana, quizá más que todas,
estará, sentirá, pensará contigo
y en cada instante te dará y le darás la vida.

Pero, querido Amigo mío,
mientras no estés con ella
y mientras no esté ella contigo,
me gustaría aun
Oír con los ojos cerrados,
la música armoniosa
de tu voz viril, ritmada y rápida
diciendo tus poemas profundos,
sorprendiéndome
con tus palabras inesperadas,
con tus palabras desesperadas
por la ausencia de amor,
por la presencia del desamor,
y la falta de certeza.
Ver con los oídos atentos,
tus lágrimas que no son líquidas
sino vapores de penas
de palabras violentas,
de sentidos y de miedo,
de pasados macabros
y de presente incierto.
Lágrimas que son también
ensueño y fantasía,
imaginación de poemas futuros,
esperanza de verdadera vida
de pensamiento
de acción
de amor
y de certezas.


CARTA 3

Shemyr querido,

Escribiendo el texto que sigue abajo, he podido ver más claramente mi
situación con respecto a ti y creo que esta relativa claridad me ha
re-equilibrado bastante. Sabiendo esto he podido volver ahora, por lo
menos intelectualmente, a la posición que me corresponde y que era la
que se había instalado poco a poco, desde que nos conocimos: ser tu
amigo espectador, comprometido y si posible protector, pero siempre
respetuoso. Espero que esta claridad sea durable, para poder seguir
viviendo y viviendo lo demás de mi existencia. No creo que podré ni
desearé nunca dejar de apreciarte, de admirarte, de querer estar y
compartir contigo, de querer que estés y compartas conmigo, cuando y
como te convenga, de quererte y de querer protegerte y de hacer lo
posible por tu bienestar, pero desde mi posición, respetando la tuya,
respetándote en todo, respetando tu libertad y tu ser.
Espero que puedas seguir aceptándome así.


..............................

Lo que había cambiado ahora era que cuando no tenía a Shemyr a mi
lado, me faltaba terriblemente, como si no tuviera repentinamente aire
para respirar, nada armonioso que ver, ninguna buena música que
escuchar, ningún aroma agradable que sentir, nada interesante que
palpar y nada sabroso que gustar, ninguna idea interesante que pensar,
ninguna emoción fuerte que sentir. Antes podía separarme fácilmente
de él después de cada encuentro, por ejemplo, cuando lo iba a dejar a
su autobús después de haber compartido algunas agradables horas en mi
casa conversando y oyendo música, o comiendo algo, después de la clase
de guión. Podía caminar alegremente de vuelta a mi casa, muy contento
de haberlo visto, continuar viviendo mi vida y pasar sin ningún
problema a las cosas que me interesaban, independientemente de Shemyr,
sin pensar necesariamente más en él, por esa noche. Ahora, al
separarnos me parecía dejar de vivir. Sólo pensaba en él y no tenía
interés alguno por nada de lo mío ni por nada más allá de lo que lo
concernía. Ahí estaba la diferencia entre haberle tenido antes
simpatía, aprecio, cariño y admiración y haberme sentido bien con él,
y en el estar ahora además dominado por este nuevo sentimiento de
necesidad de su presencia y de necesidad de su cercanía. Sin Shemyr a
mi lado, el sentimiento de falta se hacía ahora físico – una falta de
algo en el plexo solar, sentimiento de que una especie de energía ya
no circulaba, sensación análoga al hambre o a la sed, indescriptible,
no física, pero real. Falta, falta, falta. Ganas de llorar.

La última vez que nos vimos, sin mucha reflexión de mi parte, cuando
debíamos tomar el Metro en direcciones opuestas, Shemyr hacia la
Escuela Militar y yo hacia San Pablo, en vez de aceptar que nos
separáramos tranquilamente en el hall de entrada de la estación
Salvador, como habría sido normal hacerlo, yo había insistido contra
el consejo de Shemyr, en acompañarlo en su dirección por varias
estaciones hasta Pedro de Valdivia y hasta en majaderamente subir con
él las escaleras que llevaban al punto de salida de esa estación,
sabiendo perfectamente que yo no iba a salir por ahí y que para volver
a tomar el Metro, esta vez en la dirección de San Pablo, tendría que
bajar las escaleras contra el flujo de la gran masa de gente que sube
y sale por ahí a esa hora del día. Todo aquello con el solo fin de
retardar en algunos minutos el momento en que me invadiría esa
desoladora sensación de falta y de soledad. Creo que este
comportamiento estaba originado en la sensación de que ese encuentro
podía ser el último. Nada obligaba a Shemyr a volver a verme y todo
me parecía que apuntaba a que más bien no nos volveríamos a ver. Me
daba cuenta de que mi presencia podía ahora comenzar rápidamente a ser
una carga para Shemyr, en lugar del agrado que parecía haber sido
antes para él compartir tiempo conmigo, con el amigo querido que me
parecía haber sido, a pesar o a causa de nuestras diferencias de edad
y de nuestras diferentes circunstancias de vida o independientemente
de estas diferencias.

Por momentos pensaba que todo podía haber seguido como antes si
hubiera callado lo que sentía, lo que había cambiado en mi
sentimiento. Pero no, eso habría sido una cobardía, mentir,
ocultarlo, y no, no podía no haberlo dicho y había que decirlo para
clarificarlo, para "purificarlo". Además, no era verdaderamente esa
declaración explicita la que había cambiado la situación. Lo que
había en realidad cambiado era que antes no había sido así y que ahora
de un instante a otro, si lo era. No había sido ésta una decisión
intelectual de necesitar la presencia de Shemyr sino que había
aparecido repentinamente este sentimiento involuntario, nuevo,
desconocido y fuerte. ¿Cuándo había surgido? Creo que fue cuando
dormimos con Shemyr en su cama, lado a lado por segunda vez, la noche
del cumpleaños de Alfie. Me había dado cuenta esa tarde de que Jack
estaba atraído de alguna manera de Shemyr y que ambos estábamos en una
cierta competencia por ese lugar en su cama. Me halagó ("viejo
coqueto" diría Shemyr) que me hubiera preferido a mí, porque yo no
roncaba y porque no me movía mientras dormía. Yo lo interpreté
convenientemente para mí en el sentido de que él se sentía bien
conmigo a su lado ("viejo coqueto" diría nuevamente Shemyr). Claro
que de cierta manera tenía una cierta razón de interpretarlo así por
lo que Shemyr me había dicho algunas semanas antes, cuando nos
habíamos encontrado una tarde muy rápidamente, en la estación del
Metro Santa Ana, de paso él hacia su taller de arte marcial en
Balmaceda y yo hacia la UAH. Shemyr me había citado para entregarme
generosamente un billete "de los grandes", parte de su sueldo recién
ganado, porque sabía que yo no tenia ni un peso en esos días. Me dijo
en esa ocasión que encontraba que habíamos dormido muy bien lado a
lado en su cabaña la noche del cumpleaños de su madre, porque no me
había movido durante toda la noche y me ofreció muy gentilmente que
viniera a pasar algunos días en su cabaña para que yo pudiera trabajar
tranquilamente, aún cuando él no estaba, mis búsquedas por Internet
con el WiFi de su casa. Esto lo íbamos a hacer unos días antes de la
segunda noche reveladora, pero por el comentario de su abuela de que
no había ninguna razón para que un "rico" se beneficiara con el uso de
su contrato Internet y como ella era la propietaria de la casa,
habíamos debido renunciar a ello. Todo eso me parece que desencadenó
el que, durante esa segunda noche en que dormimos lado a lado, se
hiciera aparente en mi ese sentimiento de necesidad de cercanía
física, de necesidad de asegurar la continuidad, necesidad que
seguramente ya existía, pero que no era conciente y que yo no había
aun integrado como posible y real.

Me doy cuenta de que lo que siento de nuevo por Shemyr no es en nada
un deseo de encuentro sexual ni de posesión; no quiero nada sexual con
Shemyr, no quiero dominarlo ni poseerlo. Lo que siento muy
precisamente es un sentimiento de necesidad de presencia cercana de
Shemyr y de poder expresarle por momentos, con cercanía física, mi
cariño y mi ternura, pero sobre todo una necesidad de seguridad de
que estará, y de que no desaparecerá de mi vida de un instante a otro.
Puede ser que esto se deba al profundo sentimiento de soledad, de
miedo de falta o de falta misma, que he tenido, que he sufrido, desde
hace mucho tiempo, durante muchos años todavía con Anne, con el temor
de que tuviéramos que separarnos, y luego sin ella. Soledad a la que
me había acostumbrado y que había dominado porque no había encontrado
a nadie que me interesara, aunque fuera en algo, como Anne, y que no
había nadie cercano con quién hubiera querido estar constantemente.

Lo que había cambiado ahora es que me interesaba de nuevo y mucho
alguien, Shemyr, de otra manera que Anne, pero también muy fuertemente
y que me gustaba y llenaba su ser, su manera de ser, su creación,
verlo y sentirlo vivir y crear y que no quería perderlo. Creo que
esta necesidad de cercanía era una necesidad de seguridad de que
nuestra relación de amistad continuaría. Seguridad que es obviamente
imposible de tener y que no se puede ni debe exigir.

1 comentario:

mike dijo...

de cierta forma.. te busqué en mi lista.