árbol azul
Caminamos de la mano en la tarde, luego de mirar nuestra nueva casa, tomamos té y yo le puse azúcar a su taza -cosa que suelo hacer siempre que la veo- servirle té, café, helado, papas fritas, prepararle el pan...
Ella sentada a mi izquierda en lo naranjo del vagón azulado, me muestra un libro y leo la primera página, volteo y pregunto qué le pasa, estoy mareada, contesta. ¿Quieres que bajemos? no responde y sus ojos se marchitan, Amor ¿quieres que bajemos y pedimos agua? El pasajero frente a ella le extiende una botella llena, ella mueve la cabeza negando y sigue cayendo. Llegamos a una estación, me paro sosteniéndola; ayúdeme con esto, el hombre recibe el bolso, la abrazo con el libro en mi mano izquierda y mi bolso en mi hombro, levanto su cuerpo con su pecho anudado al mío y la saco del tren, el hombre me sigue y me da el bolso sin salir del vagón. La llevo hasta un asiento en el andén y le pido a un muchacho que llame a un guardia y asiente con el dedo pulgar.
Su cabeza pende y llora. Me arrodillo frente a ella y la miro hacia arriba sin soltarla ¿Qué pasa, querida? No habla. Le acaricio el rostro y ella luce hermosa. Una pareja se acerca, preguntan qué ocurre y luego se van, llega el guardia y la jefa de estación, el primero pregunta -ella no le contestará nada, no habla -Ella está en el metro y es responsabilidad nuestra ahora, dele aire- responde agresivo el tipo, como si ordenando cosas se salvara de hacer mal su trabajo. Yo respondo por ella, ella no quiere hablar, es lo que le digo, nada más. El tipo insiste quisquilloso preguntando. La jefa de estación hace varias preguntas y al final Sara afirma con la cabeza y bajamos abrazados por un vaso con agua. Insiste en preguntar cosas en una oficina y no hay respuestas lógicas para la mujer. "No es normal, ¿vas al psicólogo? igual hazte ver por un doc" -Ya vi a todos los doctores y no saben lo que es, responde.
Nos despedimos, subimos la escalera. Me abraza, llorando. Te ves demasiado linda, digo y no es capaz de sonreir.
En el tren me echa los brazos al cuello y la sostengo fuerte por la cintura, así el resto del camino.
- ¿Estás triste?
- Si
- ¿Sabes por qué lloras?
- Tengo pena
- ¿de qué?
- No lo sé
- ¿Sabes por qué lloras?
- No, Shemyr
- No sabes por lo que sufres y yo sufro por estar conciente. Esto es demasiado perfecto.
Me abraza más fuerte y la beso en la mejilla. Te quiero, le digo, y su abrazo me fascina. ¿Quieres ser pez? No, quiero ser árbol. Serás mi árbol azul, como el reloj que te regalé. ¿Quieres ser mi árbol azul? Sonríe y somos felices abrazados. Si, quiero. Le quito una lágrima de cada ojo y las pongo en los míos. Quiero llorar contigo. Si fueras siempre así de triste seríamos felices. Es tan necesaria la tristeza. La guío y llevo a casa, le pido las llaves. A veces quisiera ser muy triste. ¿Por qué? -duda ella- Para sentir. Por sentir.
Abro la reja, entramos y ella se afirma en la pared mientras abro la segunda puerta. Se enrrolla en mi brazo izquierdo al entrar a las baldosas. ¿Qué te pasa? pregunta su madre y rompe en lágrimas. (...) Al despedirnos me abraza fuerte, acerca sus labios a mi oreja y pronuncia despacio "Gracias por cuidarme". Me besa, la beso.
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