Entonces en el metro veo la hora en mi reloj y entiendo que es más tarde que lo que sentía. Le comenté que mirábamos rápidito y alcanzábamos a llegar a tiempo. Me dió su reloj azul, estaba detenido, la "patita" estaba apretada, la solté y el reloj echó andar nuevamente.
Salimos de la estación parque O'Higgins, tomamos un bus hasta San Diego y miramos en la galería eléctrica si acaso encontramos las gomas para el Deck y la aguja para el tocadiscos. Nos dicen dónde pero ya está cerrado. son las 7, tenemos media hora para llegar al teatro, entro en una tienda y compro un micrófono para pc, favores de hermanos que uno hace, y vamos al paradero. Nos topamos con el taco en Av. Matta, entramos rápido al metro y llegamos al teatro a las 7:28. En la boletería hay dos filas, la dejo en una y voy a la otra. Siempre hay fila de reservas y de compra de boletos, así que pregunto y me dicen que no saben. Una mujer desde dentro del teatro
pregunta a quién está delante mío ¿usted viene de a dos? No, responde, ¿y usted? -refiriéndose a mi- Si. Tome, un regalo, dice y entra de inmediato.
Me entrega dos boletos en platea baja. Merci.
Le hago un gesto con la cabeza "vamos" pronuncio y cruzamos la mampara, entregamos los boletos, el chico los corta. Me los han regalado y Wow es su respuesta. La verdad es que jamás deja de impresionarse con estas cosas que suceden conmigo. Al minuto nos ubicamos en las butacas para ver y oír a la Orquesta Sinfónica de Chile.
¿Ves? Hay magia. Cierto.
Matthew Wood golpea de inmediato la varilla y empieza el concierto.
2 comentarios:
a mí nunca me regalan boletos. bueno, miento, el año pasado mi profesor de historia y cultura portuguesas era el director del instituto camoes y nos dió boletos para todos los espectáculos relacionados con portugal que hubo en santiago
pero ya se acabó
y lo echo de menos!
besos
suertudo de mierda, lo pase fatal ese dia
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