Ayer, en el auto del papá de Sebastián (el saxofonista), uno de sus hermanitos tenía la nariz con moco, típico de los niños chicos que se les estampa bajo la nariz.
Este chico no iba todo mugriento como los mocosos tradicionales, que se les toma una foto y ya se habla de fotoarte, sino que era todo limpio y tranquilito, y luego de ayudarle a ponerse el cinturón de seguridad le ofrecí papel higiénico. Dijo que si, pero con la cabeza, le di un trozo y él limpió su ñatita y quedó impecable. Luego le pidió al hermano que iba a su izquierda, junto a la ventana (él iba en medio) que abriera la ventana, un poco más, un poco más, y cuando ya estuvo abierta lo suficiente: lanzó el papel con moco por la ventana.
3 comentarios:
Una espera permanente, una jódida espera eterna.
Así es nuestra vida ¿no?
Y no sabes cuantas veces me he preguntado... ¿qué mierda estamos esperando?
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Estoy y estaré fuera de éste mundo por mucho tiempo.
me encantan los niños que hacen todo muy serios, no como si fueran mayores (no se puede decir mayor gilipollez que esa) sino como si estuvieran situados en otro plano, superior al resto de los niños y a los que somos mayores
sólo me gustan de visita, pero me parecen criaturas fascinantes. cuando lo son
besos
si no fuera cobarde te diría que te tomes un avión hasta acá y me enseñes lo que es un hombre. Pero soy cobarde
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