sábado, 23 de mayo de 2009

Ego solus ipsus

Hermosísima pálida desnuda y con dolores de parto al hacer el amor, virgen y fértil, ansiosa, turbulenta y variable como el clima en las regiones del sur, se aproxima generalmente con retraso a mi encuentro, con su fascinante nariz fría que me roza la mejilla por las noches, cuando para llegar temprano a casa la acompaño a tomar el bus y le beso los labios, porque amo besarla y escuchar sus palabras terminadas en ísimo y su tristeza, cuando sin saber por qué su cuerpo se estremece y llora por su rostro y sus dedos, y si le pregunto ¿Quién te hace esto? Su cuerpo tambalea y se oculta. Dice quererme tanto, tanto, y yo la quiero tanto, tanto. Siento que podría decir que, haciendo evidente lo evidente que hay, andamos coordinados como un par de relojes a cuerda de la misma marca, uno de chico y otro de chica, que cada reloj va en una de nuestras manos, que cada mano se toma con la otra y que de ellas se desprenden nuestros cuerpos en su cama o en la mía, en su sofá o en el mío, o en las paredes de la cocina del departamento.
Y es que si nosotros no tenemos esta magia que le falta al mundo, no sé quién podrá tenerla.

1 comentario:

Camila Mardones dijo...
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