De pronto me sentí tan parecido a mi padre.
Me miré en el espejo gigante de la pared del restorán, con los gestos adelgazados,
cono él lucía en alguna foto.
Lo imaginé sentado solo
comiendo un sandwich,
tomando té.
Seguramente un sandwich mejor que el mío,
seguramente un té peor
- a menos que éste té se lo sirvieran en el sur, en algún boliche mágico con té de hojas muy oscuras- .
Él murió solo junto a un perrito pequeño.
Yo quiero poesía.
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