viernes, 24 de agosto de 2012


La nostalgia que Glenn Gould me provoca es inigualable.
Su especie de susurro cantado, como de madre,
como de padre o tata cuando tararean algo para que alguien se duerma
o para sacar la pena de adentro al que sufre de pena,
me somete.

Por muchas versiones que busque de las Variaciones Goldberg de Bach
no logro encontrar el pico que se asemeje siquiera
a la emoción que éste hombre reducido
con su nariz pegada al piano
traspasa manoseándolo
como nadie ha tocado a una mujer nunca.

Para Aria.

No hay comentarios.: