viernes, 10 de agosto de 2012



La Vega Central es el mejor lugar de Santiago para hacer un paseo sensorial. Es posible guiarse por los olores y pasar desde los quesos al cilantro fresco, la albahaca o el zapallo, para finalizar cerca de alguna piña o manzanas de toda época del año. En el camino el tacto acompaña, acariciando las semillas y frutas durante todo el camino -es bueno comprar té, incluso ir con un termo con agua caliente para ponerlo dentro si el día está nublado y coger alguna hoja de apio; o simplemente ir con un mate en la mano-. Incluso todo esto puede ser comprado en La Vega.
Los colores del paisaje, la apariencia de la gente y las manos de los trabajadores son el festín de cualquier amante de la fotografía o del visitante contemplador, las primeras horas del día y los atardeceres sobre las frutas son un paisaje inolvidable. La Vega es un tocadiscos con aguja de diamante: abuelos de todas las épocas, prácticamente fundadores de este lugar, avanzan a tientas por los pasillos y en sus locales, los vendedores que juegan naipes gritan su victoria, alguien pide permiso y al voltear es un carro gigante lleno de cajas y bultos que se abalanzan pero jamás se derrumba y algún niño corre delante de su madre que lo persigue mientras el frutero con sus frutas y el verdulero con sus verduras gritan su oferta. Otra chupá al mate. Si una fruta llama con su aroma tienta a ser mordida y es posible hacerlo en La Vega incluso si el apetito es de un plato contundente, hay un patio de deliciosas comidas populares dentro de éste gigante galpón de 6000 metros cuadrados.
Sin duda, el lugar más agradable para caminar por su frescura vegetal en la ciudad.


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