martes, 7 de agosto de 2012
Hemos bebido un Carménère Reserva Casillero del Diablo, interesante en amargura pero con sabor a Cabernet Sauvignon.
Puedo asegurar que lamentablemente, estoy asimilando los vinos convencionales de a poco en mi boca.
Luego de beber durante un mes entero -y durante el viaje-, vino pipeño, mi paladar se adecuó absolutamente a la Cepa País y entendí por qué Louis quedó tan, absolutamente pringado de ésta cepa y por qué, quienes se han dedicado de por vida a éste vino -que sólo se produce de manera artesanal-, son felices en su borrachera de manos ásperas junto a las viñas.
Habrá quien no entienda lo que es el pipeño o pueda considerarle un vino malo. Incluso quienes ni siquiera sepan que es un Vino Tinto, pues el pipeño que conocen es blanco y lo han visto en bidones y vasos con 'su terremoto' dentro.
La cepa más antigua que existe en Chile es País; la cepa pipeño. 50 años atrás era la cepa que más abundaba, aún, pero hoy lo es Cabernet Sauvignon (híbrido de Sauvignon Blanc y Cabernet).
Sucede que País es el vino más delicioso que he probado y es porque posee la energía de la data. Siento algo similar al comer piñones o avellanas, al beberlo: lo milenario y lo centenario. Hay parras de 300 años de vida en pie que sobrevivieron autotróficamente, me permito decir, todos estos años, sin necesidad de que humano cualquiera las protegiera. Eso implica que las madres de las parras de las uvas de las que he bebido vino pisado son centenarias, además libres de todo pesticida y químico del carajo que pueda existir.
Lo que he bebido es un vino que de no beberlo pronto o cerrarlo bien, mañana será vinagre: allí lo maravilloso, su existencia es como Dios (con quien no me relaciono y así estamos bien), eterna.
¿Por qué, si el pipeño es, sinceramente, el vino más rico que existe, nadie lo bebe, la mayoría lo ignora?
Porque Chile no bebe vino, bebe industria.
Sólo Emiliana y Louis-Antoine, en Chile, hacen, reconocidamente vino orgánico, sin químicos en su agricultura y con el intento macabro de sacar a flote el jugo del uva: el vino natural, como siempre lo fue.
También Clemente Urrutia, quién sólo vende en Museo del Vino y los productores artesanales que gustan, producen de natural y deliciosa manera.
La palabra orgánica -agricultura Orgánica, Vino Orgánico-, es un carajo moderno, usado lamentablemente para contrarrestar a la agricultura convencional: agrotóxicos en toda la producción y a los siguientes transgénicos: insecticida con forma de fruta más agrotóxicos en toda su producción. Los medios no mencionan la cagada medioambiental que éstos modos agrícolas poseen, pero yo lo mostraré claramente a fin de este año en La Semilla.
El cuento es que Emiliana hace vino orgánico industrial y Louis básicamente pipeño, y lo mezcla con otras cepas, que él ha cultivado de manera orgánica en los últimos años.
Lo que hace única a esta cepa, además de su sabor -pues todas las cepas son deliciosas-, es su modo de producción. El no incorporar agrotóxicos permite que las propiedades organolépticas de la fruta sean absolutamente mejores que las uvas tratadas.
Lo que yo sí aseguraría es que cualquier vino natural, de la cepa que fuera, sería delicioso; la temática crucial es que industrialmente no se trabaja de esa manera y, básicamente en porque en Chile, la agricultura aplicada es la aprendida: la convencional y no otra.
Es posible decir que la industria, cuando habla de agricultura (sin incorporar en este punto a los Trnasgénico, que ya es la peor grosería contra la humanidad), habla de agroquímica (agricultura + agroquímicos), lo que en ningún caso podría ser nombrado como agricultura: pues no involucra razones culturales en lo agro, sino que es el mismo sistema agrícola en cualquier lugar del mundo.
Estoy seguro de que yo sería fanático de todas las cepas en su vitivinícola naturaleza, pero aún no tengo los contactos necesarios para poder ir y degustar todas las cepas en su estado orgánico.
Deseo tener mis parras, de la mayor cantidad de cepas posibles, en el espacio que sea, incluso minúsculas, pero tenerlas, pues amo las parras y qué maravilla es tenerlas cerca y probar sus frutos emergentes desde restos orgánicos.
Hasta ahora tengo sarmientos de País, Sauvignón Blanc y Merlot, en botellas de vino cubiertas con papel periódico y en una garrafa envuelta en un pañuelo de encapuchado..
Lo que me apena en este momento es que me queda sólo una copa de pipeño en el bidón, y debo buscar alguna manera de adquirir el este elíxir para mi salud vinífera.
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