Un lector que busca el ego del escritor
en vez de fijarse en la reflexión del texto mismo
es un pésimo lector.
Soy más libre que mis historias
y no tengo problemas con el ego, ni con mi macho
ni con lo que hagan o no las personas alrededor mío.
Simplemente reflexiono, como yo decido hacerlo y con mi libertad máxima
sobre las situaciones asquerosas a que mis amores me someten
sobre lo asqueroso y bello en que sin querer ni merecer aparezco.
Ni siquiera opino al respecto, ni expreso mi sentir ahogado.
Únicamente escribo.
Únicamente reflexiono
libre de ética y moral, libre de celo y rabia.
Quien no es lo suficientemente libre para comprender que mi escritura
no es más que una afición antropológica en la que deseo liberar al cruel de su crueldad,
debe apartarse de mi vida porque no va al caso que alguien encerrado en sus vicios
venga con deseos de transformar mi cielo en jaula.
Yo no me hice para tus cerraduras imaginarias.
No soy el árbol que sólo necesita sol para darte sombra.
Soy el pájaro que goza construyendo nidos de rama en rama.
Que vuela, que bebe, que canta, de rama en rama.
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