La imagen

“Donde hay una palmera y un letrero” le dijo a Jack la mina por teléfono. Es que ella tenía marihuana, al parecer, decía Jack y por eso quería encontrarse con ella. Pero por el teléfono se hacía evidente el estado de “no lucidez” que la chica tenía encima, así que no sabía donde estaba. Caminamos un rato, llegamos a la palmera. Jack la llama de nuevo “ya estoy en la palmera, ahora busco el letrero”. Me encuentro con una amiga de mi hermana, a la que le consiguió su trabajo de manicurista y me dice: “Yo estoy en casa enferma, tú no me viste”. Tomó un trago de mi vaso y desapareció de pronto. También con un chico que alguna vez tocó charango en Apacheta, pero que desapareció un día X y siempre me lo encuentro en lugares. Nunca pudimos mantener un diálogo. No fue la excepción. Un tipo amigo de Jack, al que se había topado antes, lo llama. Entre los dos fabricamos una respuesta. “Estamos al lado de unas palmeras… cerca de un letrero –nos reímos-. No, ¿recuerdas donde estábamos antes? Ahí. Ya, ya. Vamos para allá”, nunca, já..Seguimos bebiendo nuestro vino blanco frío.
Se escuchan los acordes de Javiera Mena y nos paramos para acercarnos al escenario. Es tercer día de la música Nacional que paso junto a Jack, y siempre fue por coincidir en tal fecha (programación automática del cosmos) y se cumple un año desde que tengo el letrero de Av, Matta con Lord Cochrane en mi poder. Que recogimos de una triste esquina aquel día crucial y llevamos a cuestas atravesando todo Santiago tan solo para realizar una Odisea. Arriba de dos autobuses con un letrero enorme de metal, y la gente mirando. Es que en el metro no nos dejaron enttrar con él. Y luego caminar bastante con el letrero al hombro. Pero está en casa y luce como artilugio decorativo.
Bailamos hasta acabar el show y nos despedimos en el tren subterráneo con rostros distorsionados: Carlos –un chico del sur-, Jack y Shemyr, en cuestión.
El ambiente realmente distorsionado. El círculo en planta donde se encontraba el escenario, era un pueblo de gente de toda especie con cigarro, alcohol y droga en sus manos. Con música de 11 a 21 hrs. Sin interrupción y gratis en tal explanada, era un colapso entrar allí, respirar era drogarse, por lo que el factor etílico era multiplicado de manera automática. Pero bailamos y fue divertido.
La mano ajena, unos chicos bluseros de por allí y un Sergio Lagos que poco o nada se tomó en cuenta. Pero lo mejor es una imagen:
Una niñita que de pié no nos superaba en tamaño sentados, aparece de pronto a nuestro lado con el brazo estirado y una galleta con centro de chocolate en su mano: muda. Ni un sonido de respiración la chicoca. Busco algo con la mirada y veo una mujer, aparentemente su madre, que me dice desde unos metros “recíbesela”. Levanto mi mano para recibir la galleta y la chica, tal como manecilla de reloj, mueve su brazo estático al frente de Jack. Hablo en voz alta: “Tremenda imagen, huevón”. Jack responde “si, la cagó”. Y la niña seguía quieta allí, sin gesticulación alguna. –maravillosa imagen- Ubico mi mano bajo la mano de la niña, ella me mira fijo y suelta la galleta, “gracias”. Su madre la llama y ella se va sin decir nada. “Gracias por recibirla” dice la madre. Parto la galleta en tres partes, le doy a Carlos y a Jack. Me toca el trozo más grande. Galleta de vainilla con algo de chocolate en medio y en mi dedo.