Decidí atravesar la cordillera descalzo y deseé que todos murieran mientras lo hacía.
Así fue.
Que todos los felices cayeron de sus asteroides y se fundieron en su improbable astucia, mientras más imbécil el sujeto peor su muerte era, y los cuerpos estallaban, lo sabía yo, porque desde la frialdad de mis pies notaba nubes rojas, agua evaporada en sus riachuelos mugrientos. Pasaba lo condensado sobre mi cabeza: rojo cielo pies azules.
El hombre contamina la tierra y yo deseé que ésta se limpiara del desperdicio: humano idiota te acobardas y erradicas tu astucia de tu cabeza, te flojeas los dedos y te casas con idiotas para engendrar hijos idiotas, que tendrán un hijo-gen idiota al cuadrado y la tierra sería una miseria que debía desvanecerse y servir de abono a las manzanas que se extinguen.
Dónde he de meter tanta mierda que he cagado, dijo Dios, “en casas, edificios, departamentos” le dije y accedió a mi consejo. Su desaparecimiento, el que decidiera irse de parranda atormentó a los hombres, ¿en qué creeré ahora? Dijeron tantos. “En tu propia mierda” les dije, y empezaron a comerse, canibalismo su creencia, porque necesitan creer que algo los retendrá, temen al fuego infernal más no a las armas, temen a Dios pero mataban en su nombre. ¿Dónde he de meter tanta mierda que he cagado? Dijo Dios, “en casas, departamentos, mall’s” le dije, y accedió a mi consejo. Eres un infeliz, insistió. Totalmente, le insistí, tú sabes mucho y yo muy poco.
Saliendo de los hielos olía a flores. Los lagos verdosos y un mar blanco, árboles violetas y el cielo rojo; el sol amarillo era el impresionismo.
Solo los infelices habían sobrevivido. Aquellos que creían en vivir por vivir y no en vivir para la otra vida. Bien decir: aquellos que no creían, debieron repoblar.
Así, cada avenida era un cuadro, cada noticiario un poema, los semáforos niños de colores y sonrisas, los vehículos fotografías, las películas la vida misma.
Todos los sobrevivientes, aquellos que no sonreían por no encontrarse, porque cuando se veían había alguna bestia incauta que les cortaba el camino, recobraron: inventaron la sonrisa.
Porque la felicidad les pertenece a los ignorantes.
Juntaron toda la sobra humana, armas, metales, edificios, elementos, elementos, elementos y cuerpos en pudrición, comidos, obesos, raquíticos, enfisemas varios, balones estropeados.
Juntaron todo en un solo lugar y con frutas y plantas creamos, fabricamos pinturas de todos los tonos existentes en la tierra.
Cada cual en un punto exacto alrededor de esa humanidad extinta: la que no vivía para vivir. Cada uno una enorme cubeta con un tono, un color un fragmento de universo en su mano.
A la cuenta precisa arrojamos la pintura sobre esa escultura de desperdicio. Y el mundo se pintó, dibujó, cantó, esculpió y modificó a su increíble pulso. De todos los colores y las formas.
Todo adquirió vida perpetua.
Todo adquirió vida perpetua.
De manera macabra.
1 comentario:
Jódete!!
Concluiste?
Igual estaba lindo lo que escribiste
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